miércoles, abril 18

Donador de sonrisas

Miguel era un hombre de altos vuelos. A los 10 años ya le había pegado una mordida a la luna, tomaba toda la mermelada de fresa que le salía de una cortada o raspón y había descubierto todos los objetos perdidos del mundo que se escondían en las figuras de las nubes.

Al igual que otros niños, muy contados por cierto, Miguel disfrutaba del placer que produce la observación silenciosa. Esa callada complicidad que se crea con un objeto cuando se observa con atención y se le entregan todos los sentidos.

- Cualquier objeto puede tomar vida – Afirmaba Miguel para sí mismo. Se lo repetía tantas veces que, en más de una ocasión, lo había externado al mundo entre murmuros.

Con su delicada y secreta habilidad se encargó de darle una historia a cada objeto a su alrededor. Su padre era un astronauta al pilotear la nave que lo llevaba a la escuela. Un canguro flojo y dormilón era lo que arrastraba hasta la escuela para cargar sus libros. Un cariñoso koala usaba como suéter para todos los inviernos.

Nunca pensó que su cualidad fuera tan especial. Nunca, hasta aquella mañana.

Miguel estaba sentado al lado de la ventana de su salón de cuarto grado, oyendo parlotear a la maestra.

-Psssst, psssst- escuchó Miguel, e inmediatamente volteó a la ventana.

-¿quién me llama? Pensó.

-Pssst, psssst, ¡soy yo!-

Miguel no entendía de dónde venía el sonido hasta que lo vio guiñarle el ojo. ¡Qué sorpresa! ¡Era un árbol con vida! ¡Qué maravilla! Nunca, ni en su viaje por Egipto, ni en su crucero por las Bahamas, ni en el viaje por Canadá había encontrado tal portento.

Decidió guardar el secreto de tal descubrimiento y poner atención a lo que decía su maestra. Pero, ¡ya no podía! ¡No lograba quitarse la mirada del árbol! Éste le exigía total atención después de haberle revelado su secreto parlante.

Miguel comenzó a ponerse nervioso, le sudaban las manos, las piernas le temblaban ante la mirada constante de aquel árbol tan peculiar. El niño, después de varios minutos, no podía más. Así que con un grito arrebatado y liberador delató:

-¡Miss, este árbol me está mirando! Espetó señalando con su mano derecha hacia el jardín del colegio.