-Bitch, me dejaste la peor parte, jajaja.-
El previo a esta historia está en casa de Juana
pásenle primero por allá para que todo cobre sentido.
IV.
En mi casa, que es su casa, nos pusimos una peda. O debería decir que yo me la puse? Juana parecía tener el control pero cuando yo decidí tomar mi cuba en florero lo perdí. Entre las múltiples cosas locas que hice fue recitar toooda la biografía de Sid Vicious, hablar de mi molestia con Leonardo por unos boletos de Radiohead y luego llamarle para aclarar la situación, enloquecer por causa de D, sacar la ropa sucia que traía con Juana.
Desperté cruda, me bañé con agua helada y fui a Valenciana. El camión de bajada tardó horas. Topé a Juana en la parada para tomar un taxi que nos llevara a la central camionera. Las dos de lente oscuro, nos tomamos una foto que pusimos de fondo de pantalla en nuestros celulares: "La guayaba y la tostada".
V.
Creo que yo todavía estaba peda cuando mi papá pasó por nosotras al oxxo donde nos bajamos. Llegamos a mi casa y de inmediato tomamos carretera hacia Salamugres. Íbamos a toda madre. La verdad es que soy re buena conductora. Todo hasta que me confundí en la entrada a la ciudad y continué con la carretera que va hasta Valle. Ouch! tuve que orillarme, arriesgar la vida de Juana (que bajo mi custodia estaba) y echarme una vuelta en U en plena carretera. Ni pedo, lo bueno es que no había federales cerca.
Yo sé llegar al centro de las artes. Era la 1.45 cuando Juana se bajaba del carro, justo 15 minutos antes de la hora límite. Me sentí una campeona, llegué a tiempo y a salvo. Chido.
Me entretuve viendo una etspo de Buñuel (amigos, recuerdan en Mérida "eso es lo que querías Buñuel?" un beso para los que sí) en lo que Juana terminaba sus asuntos. Seguro tardó poco tiempo pero para mí todo era eterno: estaba encrudeciendo. Sentía hormigueo en el cuerpo, sueño, hambre, sed. Todo lo que la gente miserablemente cruda siente.
VI.
Supongo que Juana se enterará por este medio y Miguel confirmará su teoría de que no debe viajar conmigo cuando estoy cruda pero yo estaba fatal. Mis tristes condiciones no eran aptas para manejar. Eso explica que para salir de la ciudad me haya perdido. Y no sólo eso sino que haya roto con todas las reglas salmantinas de tránsito al meterme en sentido contrario por una calle. Juana iba fumando y de repente vi como una camioneta se encontraba a dos cm. del espejo de mi carro. Un anciano nos vio desde lo alto de su vehículo con cara de reprobación, negó con la cabeza y seguro pensó: pobres viejas, están crudas.
Ese no fue el único acto hostil del que fuimos víctimas. Ya en la carretera, cuando mi deber moral de sacar la casta y no dormirme al volante se agudizaba, un trailer sin caja se atravesó de manera sumamente peligrosa en nuestro carril. Cuando logré rebasarlo le toqué la bocina en señal de protesta. El conductor tuvo a bien hacernos una seña obscena. Pinches camioneros, cero que ver con Lola, la trailera.
VII.
Como quieran y gusten llegué a Irapuato con la vida de Juana totalmente ilesa (en medida que eso sea posible). Le pusimos 50 pesos de gasolina a mi generoso auto y nos lanzamos al Oasis. En el camino, el locutor anuncia Paranoid android. Creo que nos hicimos pipi. Subí el volumen y cantamos (yo washawaseaba de repente) a todo pulmón.
Cuando llegaron las micheladas, yo debí la mía como si se tratara de agua de jamaica. Después me comí mis tacos ahogados de carnitas, bien puercos (wacala, qué rico!). En eso estaba cuando el destino jugo una de sus mejores trastadas: el tipo al que le mandé mi teléfono en un antro llegó. Creí ahogarme con un pedazo de tortilla frita en la garganta. Le dije a Juana: mira ese es el wey del antro. Ya no dejé de verlo. Le amé un poco de nuevo (perdóname D por no amarte en mi totalidad, perdóname Lucy por confundirte con mi vida amorosa, gracias Juana y Hermani por fingir que me entienden.)
VII.
Juana debía partir a su hogar. Antes pasamos al cajero. En un alto complicado por la construcción del "puente bicentenario" se me ocurrió dejar sin velocidad el auto. Las leyes de la física lo condujeron en reversa. Yo buscaba algo en mi bolso mientras escuchaba una bocina histérica. Mi carro fue a parar contra la defensa de mi vecino trasero. Lo vi bajarse por el espejo retrovisor, pensé: ya me cargó. Lo único que hizo fue pedirme que tuviera más cuidado. Este post está dedicado a ese amable señor que me vio en los ojos el fatal destino y sólo se compadeció de mí.
Lleve a Juana a la central para que tomara el camión que cerraría esta cita pendiente con su destino.