sábado, septiembre 5

Dame una señal -aunque me de miedo-

Blanco y negro, consecutivo.
Como tablero de ajedrez, aunque me parecías más un joven muy sabio.
Paciente bajo la sombra, terrible ante lo desconocido.
Lavaste con tus aguas cristalinas a varios de tus iniciados.
¿Eres tú quien se pregunta el por qué de mi llanto? No lo creo. Tú lo entiendes, siempre lo hiciste. Aun con los ojos hundidos de la desesperación, tu única herencia después de la muerte.
El vaivén me ha impedido sentirme triste. Todavía escucho tus sonidos, tus pasos cerca de mí. Nada que te copie me tranquiliza pues siento que habitas en cada gota de vida.
Ayer les pregunté si te extrañaban. Me parece que sí -ya que ellos tampoco hablan- porque se quedaron sentados, quietos a mi lado. Uno limpió mi rostro salado con su lengua.
Ya no vuelan grises tus particulas. Sólo queda tu joyeria colgando en el zaguán, como la prueba inequivoca de que en ese lugar murió, por primera vez- un valiente.

1 comentario:

Cicuta drinker dijo...

Me encantó. Sólo eso diré.Aunque, bueno, ante la tentación, diré, además, que leerla siempre me lleva a dos años a trás en mi vida, ¿Recuerda que alguna vez hicismos un cadáver esquizito entre los dos blogs?